miércoles, 27 de junio de 2012

Parque Nacional de Connemara, el amarillo entre el verde

Si te preguntara de qué color es Irlanda, ¿qué responderías? 10 a 1 a que 'verde'. Y en tu cabeza flotarían imágenes de praderas y bosques húmedos, envueltos entre la neblina y salpicados de ovejas. En algún momento aparecería también un duendecillo con un trébol y la foto que colgó ese amigo o amiga cuando fue a estudiar inglés, sonriendo alegremente con un sombrero grande en la cabeza, también de color verde. E incluso el escudo de los Boston Celtics, aunque sean de América. Pero existe un lugar que sorprende en unas épocas del año por dar la nota de color en esta isla monocromo: el Parque Nacional Connemara.

Las nubes grises y espesas llegan rápidamente empujadas por el viento del Oeste más húmedo de abril. Se suceden unas con otras, apretadas, sin dejar pasar un resquicio de sol, vaciándose a su paso en lluvia fina, que cae lentamente o arremolinada por el viento, formando una cortina de agua casi permanente de la que no se puede escapar. En Bilbao la llamamos sirimiri, aunque también es conocida como 'calabobos'.

Panorámica desde Connemara
Llama entonces la atención el aterrizar en un paisaje de hierbas aparentemente secas, atundrado, impregnado de colores amarillos y pardos de su suelo turboso, rodeado del omnipresente verde en los valles aledaños. Ante tanta lluvia, no cabría esperar esa diferencia. Desde lo alto de las colinas de Connemara, si las nubes lo permiten, se observa la línea de la costa, con sus bahías e islas.

Desde tiempos remotos, la tierra de esos parajes ha servido a sus lugareños para extraer el combustible necesario para la vida diaria. Es posible apreciar los cortes rectangulares aplicados a la corteza, de donde sacaban la turba y la amontonaban para su secado y posterior uso. Práctica que es aún habitual fuera de los límites del parque.

La zona se convirtió en Parque Nacional de casualidad, debido a la poca fertilidad de su tierra y a que eran propiedad de terratenientes ingleses. Se encuentra en la costa oeste de Irlanda, al noroeste de Galway, adonde se puede llegar en unas 4 horas desde Dublín en autobús o tren. De la ciudad al parque hay más o menos una hora por carretera. Para aquellos que no quieran alquilar coche (en transporte público fuera de temporada alta es difícil llegar) o que prefieran una visita guiada, lo mejor es ir con alguna excursión organizada de las que salen a diario de Galway.

La mayoría de las visitas son desde el mismo autobús, con paradas puntuales para ver panorámicas y sacar fotos. Sin ánimo de hacer publicidad, sino de ofrecer una propuesta diferente, yo fui con Hidden Connemara, que también se realiza en el día, pero se visitan a pie algunas zonas del interior del parque y a una isla cercana. Conviene reservar con antelación, ya que los grupos son de 14 personas y están muy solicitados.


viernes, 22 de junio de 2012

El Titanic en Irlanda

En Belfast, Irlanda del Norte, se encuentra el vínculo más cercano al Titanic. En esta ciudad está el astillero donde Bruce Ismay, William Price y Thomas Andrews hicieron realidad sus sueños de construir el barco más grande del mundo. Todavía se puede contemplar el lugar donde recibió los últimos ajustes antes de se botado. Con motivo del centenario de su hundimiento, se ha inaugurado un museo interactivo en la ciudad.

El Titanic en Belfast
El trasatlántico reposó en el dique seco de Belfast mientras los operarios finalizaban los trabajos del crucero más lujoso jamás construido. La ingeniería naval mundial rebosaba de orgullo en aquel lugar en aquel momento. Y si el barco fue el más grande hasta entonces, el dique seco no podía ser menos.

En Belfast se conserva casi en su estado original. Desde el dique seco Thompson hasta la estación de bombeo con la ingeniería original aún en funcionamiento, todo está en exactamente igual que cuando el Titanic estuvo allí, hace exactamente un siglo.

El puerto irlandés de Cobh (entonces conocido como Queenstown) fue el último en el que fondeó el Titanic, ciento veintitrés personas embarcaron allí el 11 de abril de 1912. Un joven sacerdote, el Padre Frank Browne, que llegó a bordo desde Southampton relató después cómo al llegar a Cobh, su obispo le dijo que tenía que abandonar el barco. Justo tres días más tarde, el barco se hundió en medio del Atlántico.

miércoles, 20 de junio de 2012

El castillo de Dublín


El castillo actual se erige en el barrio de Dublín 2 sobre los restos de una fortaleza vikinga que se construyó alrededor del año 930 d.C. Sin embargo, la construcción del castillo perduró hasta 1230. Durante siete siglos fue el centro del poder británico en Dublín, hasta que Irlanda alcanzó su independencia en 1922.

Torre Normanda y Capilla Real
Actualmente, la mayor parte de la arquitectura proviene del siglo XVIII, cuando fue reconstruído tras un incendio que acabó tres de sus cuatro torres. Este episodio se recuerda en el escudo de la ciudad de Dublín, en el que aparecen tres torres en llamas.

El uso que recibe hoy en día es institucional. En él se celebran elecciones, eventos y recepciones oficiales. Sus exteriores están abiertos al público y se puede acceder al interior en visitas organizadas, que permiten conocer los Apartamentos de Estado, antiguas habitaciones de residencia y oficinas de la Corte de los Virreyes británicos, la Capilla Real, de arquitectura gótica y el Undercroft, los sótanos, que enseñan partes del antiguo bastión vikingo.

La visita se completa con el Salón del Trono y la Torre Normanda, la única que se libró del incendio y que data de 1226, en su día albergó las joyas del tesoro irlandesas, pero hoy en día es el museo de la policía (Garda). Por último, se cuenta que el nombre de la ciudad proviene del nombre que recibía una antigua laguna que desde 1680 ocupan los conocidos como jardines Dubblinn, palabra que en gaélico significa laguna negra.