sábado, 18 de febrero de 2012

¡Quiero ver el mar!

Casi un mes después de abandonar mi querido mar Cantábrico y tras un par de intentos frustrados por ver el mar de Irlanda (Irish Sea en inglés, Muir Éireann en gaélico), decidimos ir a Sandymount, en Dublin 4, para cumplir con la misión.

En el paseo de los Docklands —decicaré una entrada a ellos— el viento era implacable. Aunque iba bien abrigado y hacía sol, la sensación térmica era baja. El aire frío se me colaba entre la bufanda y las manos se me congelaban al sacar fotos. Pasamos el vasto puente de Calatrava, el cual espero ver cómo se abre algún día, porque tiene que ser espectacular, y llegamos a The O2 para cruzar el puente hacia la parte sur de la ciudad.

North Wall Quay, Dublin Docklands

Los viejos almacenes y el aspecto portuario del otro lado del río dieron paso a un barrio residencial, de casas bajas unifamiliares y calles desoladas, que se fue animando conforme nos acercábamos a Irishtown, un pequeño pueblo dentro de la capital, e iban apareciendo algunos pubs, tiendas y pequeños supermercados. El barrio fue en sus orígenes el poblado donde residían los nativos gaélicos, expulsados de la ciudad por los ingleses, que vieron amenazada su lengua y su cultura establecidas en Dublín tras la conquista a los vikingos, y quienes solo les permitían entrar de día, para comerciar.

Urbanización en Dublin 4

Restaurante John Clarke & Sons

Seguimos por Beach Road para entrar en Sean Moore Park, donde apenas terminaba un partido de fútbol gaélico. Al final del parque llegaríamos a la playa de la Bahía de Dublín, bañada por el mar de Irlanda. Pero la sorpresa fue encontrarnos con una extensión enorme de arena, el mar había retrocedido por la bajamar más allá de un kilómetro y se podía llegar caminando hasta Dun Laoghaire, a gran distancia de allí. La diferencia mareal en el Cantábrico es grande, pero aquí lo es aún más.

El fuerte viento acercó unas nubes negras y profundas desde el Oeste, que en pocos minutos empezaron a descargar. Nos parapetamos en una parada de autobús cercana, mientras las personas que por allí estaban casi ni se inmutaron: el chico que estaba haciendo estiramientos tirado en la hierba, allí permaneció, el padre que acababa de aparcar bajó a la arena con sus hijos a pasear y la chica valiente siguió corriendo a muslo y brazo descubierto, entre roja y morada por el frío. Poco después, tal y como llegaron, las nubes pasaron y volvió a salir el sol.

Bahía de Dublín en bajamar

En la playa de Sandymount

Como vi el mar a medias —la orilla estaba tan lejos que casi ni se distinguía—, la próxima excursión será al norte, a Howth, a ver focas y comer fish'n'chips y sopa de pescado.


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