lunes, 26 de marzo de 2012

La cara sur de la península de Howth

Sorprendente domingo veraniego en Irlanda. Mañana soleada y cálida en Dublín, de brisa primaveral y camiseta de manga corta. El plan era ir a Glendalough, David, Stefania y yo, pero perdimos el único autobús directo e improvisamos la ruta de Howth, esta vez bajando por el lado de la bahía de Dublín, el lado sur.

Bruma en la bahía de Dublín
Como ya éramos veteranos de Howth, llegamos hasta la cima de la colina directamente, rápido y sin demoras. Allí hay un pub-restaurante con una amplia terraza que invitaba a hacer un alto en el camino —aunque sin empezar el camino—, comer y tomar una cerveza.

fish'n'chips

Cabo Little Baily
Bajamos por la parte de la derecha, por el camino entre el bosque de cardos amarillos, que se doraban a un sol inusual para últimos de marzo en Irlanda. Al fondo, sobre la punta Little Baily se avistaba el faro que lleva su nombre y en la bahía de Dublín sobresalían entre la calima las chimeneas de la refinería de petróleo del espigón sur del puerto.

Al llegar abajo, nuestro camino se unía al que recorre la península bordeando sus acantilados. Al igual que nosotros, mucha gente había salido a aprovechar el día y a veces se formaban pequeños atascos. En un apartado del camino había una explanada en la que nos echamos una siestilla tranquila al sol, algo muy cotizado en estas tierras ventosas y lluviosas, de cielos grises.

Velero empopando hacia Howth

Faro de Baily
En el mar se distinguía una foca nadando entre las rocas cerca de la boya fosforita de un buceador. El farero segaba la hierba sentado en su tractor, ajeno al mundo más allá de la verja en la que advertía no traspasar. Un velero apareció tras la silueta del faro, navegando a un largo hacia el puerto de Howth, con el balón bien hinchado y la mayor casi al través, empujado velozmente por el viento del Sur, cálido, de España. Glendalough puede esperar.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Punto de encuentro

Supongo que muchos de los turistas que lleguen a Dublín por primera vez y recorran con la mirada The Spire desde su base hasta su punta, se preguntarán qué es esa especie de aguja gigante o qué hace una antena tan grande en mitad de una ciudad.

'The Spire' desde mi casa
Donde O'Connell Street se cruza con la famosa peatonal Henry Street, se erige el monumento más alto del mundo, oficialmente Monument of Life, más conocido como The Spire (of Dublin). El brillo de su acero inoxidable de 121,2 metros de altura llena desde 2003 el espacio dejado tras la explosión de una bomba del IRA en 1966 con el objetivo de destruir la Columna de Nelson, monumento en honor al almirante inglés Horatio Nelson, muerto por los franceses en la batalla de Trafalgar.

Desde el principio se convirtió en uno de los monumentos más característicos de la capital irlandesa. En su base de 3 metros de diámetro se reúnen diariamente cientos de personas, para contemplarlo o para esperar a alguien, haciendo de él también el punto de encuentro más alto del mundo y el más popular de Dublín.

O'Connell Street

lunes, 19 de marzo de 2012

Más allá de Dún Laoghaire

La mañana de domingo amaneció calma y radiante después de la tempestad nocturna de St. Patrick`s Day. Habíamos planeado volver a Howth, para que lo conociera Jaime, o tal vez algo alternativo, improvisado. Como la mayoría de los planes nacidos un sábado por la noche entre cervezas y copas acaban siendo más un castillo en el aire que una realidad, cuando me tiré en la cama, derrotado, me consolé pensando que las próximas 10 horas las pasaría durmiendo, uno de los grandes placeres en este mundo mundano.

En mitad de un sueño vago, el teléfono sonó. Contesté, y Gabriel me comentó que en 20 minutos habían quedado para hacer «una caminata por el sur de Dublín». En 25 minutos me reuní con ellos, compramos agua y algo para desayunar y fuimos a la estación de Tara St. a coger el dart, destino Bray.

Playa de Bray y colinas Bray Head
Greystones al fondo, desde Bray Head
Bray es una ciudad costera de cerca 28.000 habitantes. Fue un pequeño pueblo de pescadores hasta que la burguesía urbana de Dublín empezó a establecerse fuera de la ciudad, durante el siglo xviii. Más tarde vivió otro momento de auge, convirtiéndose en un socorrido centro vacacional para británicos e irlandeses durante la penuria que dejó la resaca de la ii Guerra Mundial. Aunque actualmente ha perdido fuerza, con su playa de 1,6 km sigue siendo un lugar de ocio y fin de semana para los dublineses.

Nuestro paseo sería hasta Greystones, 8 km más al sur, donde tomaríamos el tren de vuelta a la capital. Caminamos por la playa para subir las colinas Bray Head, mirador natural a no más de 241 msnm. El sendero, tan serpenteante como la conversación que manteníamos un valenciano, un madrileño, un canario y un bilbaíno, nos fue conduciendo sin darnos cuenta al otro lado. Intercambiamos banalidades, puntos de vista, experiencias y también hicimos lo que hace todo hijo de vecino cuando vive fuera de su vecindario: hablar de su vecindario. Supongo que es tan fácil arreglar las sociedades y los países de cháchara despreocupada, como jugar a fútbol desde la tribuna del estadio.

Camino a Greystones. Foto: Jaime Mas
Una vez abajo, el camino llaneaba bien delimitado por los cercados de los prados de hierba alta y espesa despeinada por la brisa, formando olas color verde plateado. Desafiamos entonces el clima irlandés al quitarnos la chamarra un 18 de marzo que renegaba del invierno moribundo. El Sol fue protagonista todo el día, animando a la gente a llenar las terrazas de los establecimientos en Greystones y poniendo en guardia la melanina desentrenada de más de uno —entre los que me incluyo—, que acabó con la cara roja.

The Happy Pear, Greystones
Había una terraza especialmente llena, donde la mayoría disfrutaba ya de un capuccino y un pedazo de tarta con muy buena pinta, pero donde todavía servían comida a los rezagados. El sitio se llamaba The Happy Pear  y aparte de ser una tienda de alimentos orgánicos era un restaurante inusual, al parecer de buena fama. Tuvimos que luchar por una mesa de dos para cuatro y terminamos la comida —y la tarta de zanahoria— 100% orgánica justo antes de que el sol se ocultara tras los edificios y el frío volviera a dar guerra.

De vuelta me despedí de Jaime, que volvia al día siguiente a Varsovia, y me apeé en Dún Laoghaire, donde Stefania y algunos compañeros de Englishour estaban de barbacoa en la casa de otra compañera, que nos enseñó el juego de cartas irlandés Shithead, al que perdí y del que hablaré en otra ocasión.

Restaurante en Dún Laoghaire

domingo, 18 de marzo de 2012

Color verde 'shamrock'

A medida que se acercaba St. Patrick's Day, Dublín se iba coloreando de verde. Tiendas, calles y pubs se engalanaban para tan esperado estallido de amor patrio. Los negocios de souvenirs hacían acopio de sombreros verdes y los pubs se aprovisionaban de barriles de cerveza; iba a hacer falta.

Verde

Shamrocks
Cuentan que St. Patrick era escocés, hijo de un oficial romano. Con 16 años fue raptado por piratas irlandeses, quienes lo hicieron esclavo. Consiguió huir, pero volvió a la tierra de sus captores para predicar el cristianismo. Para explicar la Santísima Trinidad a los caciques locales, se hizo valer de un shamrock. Además, se le atribuye la expulsión de las serpientes, ante la ausencia de estos reptiles en la isla.

¡Viva St. Patrick!


Por la mañana fuimos a ver el desfile, que duró unas dos horas. A todos nos resultó un poco soso, carnavalesco, pero sin gancho. Nos imaginábamos algo más tradicional, más irlandés y más impactante. Salieron muchas bandas de música de colegios y universidades, enormes, de entre 50 y 100 personas, pero casi ni sonaban. Poco ruido, vamos. Además, el tiempo entre un grupo y otro se hacía largo. Algo así como una Cabalgata de Reyes muy descafeinada.


Después de comer me junté con dos excompañeros de Informática del ICEX, Gabriel y con Jaime, que estaba de visita. Gabriel estuvo destinado en París y ahora trabaja en Dublín, y Jaime estuvo en Atenas y ahora trabaja en Varsovia. Fuimos a un pub-discoteca en Temple Bar. En la 'zona pub' la gente estaba más o menos calmada viendo el partido del Seis Naciones, en la última planta, a eso de las 6 de la tarde la gente estaba ya desmadrada.

Las calles estaban repletas y los pubs impracticables. Pero realmente no se podía hacer otra cosa que ver a la gente pasar, pues está terminantemente prohibido beber en la calle, ni en vaso de plástico sacado de un bar. Había policías desperdigados por todo el centro que requisaban y tiraban todas las bebidas que veían. Y para mí que vengo de donde vengo, una fiesta popular así, no tiene sentido. ¡Es mejor salir cualquier otro día por Dublín que el de St. Patrick!

martes, 13 de marzo de 2012

Dublin Docklands

El paseo a lo largo del río Liffey hacia su desembocadura está a tiro de piedra de mi casa, así que es perfecto para dar una vuelta y aprovechar el calor tenue del sol irlandés, cuando las nubes dan tregua, o para sentir en la frente el efecto anestesiante del viento siempre frío, siempre húmedo y siempre veloz del Oeste. Desde Custom House Quay hacia el inicio del puerto, donde queda The O2, serán unos 20 minutos de caminata por los conocidos como Dublin Docklands, parte de los antiguos muelles ahora reconvertidos en zona financiera y de ocio. Un moderno paseo y planes urbanísticos en ejecución y en planificación son el principio del 'Dublín de diseño'.

Río Liffey desde el puente Sean O'Casey
En los Docklands se encuentran los edificios del IFSC (International Financial Services Center) que, por cierto, fueron los primeros en Irlanda en tener aire acondicionado, un país de difícil mercado para estos aparatos. Actualmente en ellos trabajan casi 33.000 personas en cerca de 500 firmas, entre las cuales se encuentran muchas de las más importantes del mundo. Por ello no es de extrañar que en esta parte de la ciudad proliferen los locales fuera de la estética tradicional del pub irlandés y más en la línea de las tendencias minimalistas modernas globales, algo parecido a la invasión del plato cuadrado en España.

Diseño e historia en Dublin Docklands

Fachada del 'chq building'
En el chq building, un centro comercial sobre lo que desde 1821 fue almacén principalmente de tabaco, es un ejemplo claro de que los Docklands aún están por reestructurarse. Hay un Starbucks, de serie, con sus parroquianos de MacBook y taza de cerámica, y algunas tiendas de ropa elegante. Pero la mayoría de los locales comerciales está por alquilar. De hecho, si alguien ha soñado alguna vez con pasar la noche en un centro comercial, seguro que aquí puede emularlo, porque a eso de las 4 o 5 de la tarde, es como si estuviera cerrado.

Estilo urbano en el paseo del Liffey
Aunque hay viviendas por la zona, muchas no están habitadas, el barrio está en construcción. Lejos está siquiera pensar en equipararse a Grafton St. o Temple Bar. Hay solares entre bloques de casas apenas terminadas y estructuras antiguas abandonadas, deteriorándose con el tiempo, pero manteniendo su idiosincrasia. Parece como si el Dublín más marinero, salino y oxidado quisiera seguir amarrado a orillas del Liffey.

Viejo pub en los viejos muelles

lunes, 5 de marzo de 2012

Buenas vistas en la península de Howth

Una típica excursión dublinesa es el paseo por la península de Howth. Al norte de la capital, este pequeño municipio que otrora fuera una aldea pesquera, es actualmente zona residencial de la ciudad. Mirando hacia la isla Ireland's Eye (Ojo de Irlanda) se sitúa la bocana del puerto, en el que reposan fondeados en armonía barcos de bajura y veleros de recreo. Focas y gaviotas aprovechan la actividad pesquera para alimentarse.

Acantilados de Howth
 
Puerto deportivo de Howth

Es muy fácil llegar desde Dublín en tren o en autobús. A pesar de ser más lento que el dart, el número 31 de Dublin Bus tiene una ventaja frente al tren: sube hasta la cima. Para aquellos que salgan del centro y quieran ir directamente a los acantilados es la mejor opción, además salen cada poco tiempo de Lower Abbey St.

Arriba hay un aparcamiento con vistas, al que los dublineses acuden para comer fish'n'chips en el coche, contemplando la bahía y el mar de Irlanda. Abajo, en el pueblo, hay algunos restaurantes que ofrecen esta tradicional comida rápida 'para llevar'. Desde ahí hay varias rutas bordeando los acantilados, unas llevan de regreso a Howth y otras hacia Sutton, con la vista hacia la bahía de Dublín, en la cara sur del itsmo de la península.

Nosotros bajamos del autobús en el pueblo, hicimos toda la caminata hasta volver con hambre de fish'n'chips. El día acompañó, el cielo estaba despejado y el sol calentaba al reparo de la península, donde el fuerte viento del oeste no llegaba y los cardos florecían amarillos. La vista del mar era preciosa y me recordó a la del monte de mi pueblo, Santoña, en el norte de España.

Después de ver el final del partido de rugby entre Francia e Irlanda, fuimos al faro del dique, donde el viento hacía música al pasar entre las barandillas. El sol enrojecía débil en el horizonte y una foca se acercó al dique para despedirse de nosotros, o para terminar de comerse lo que tenía en la boca, who knows.


Foca en Howth

Faro de Baily y restos de una barbacoa

Coche abandonado

Advertencias en los acantilados

Puerto de Howth y Ireland's Eye

sábado, 3 de marzo de 2012

El tercer tiempo del Seis Naciones en Dublín

El primer fin de semana que pasé aquí —hace ya un mes...— tuve la oportunidad de ver cómo se vive el ambiente del rugby, ya que el domingo a las 3 de la tarde se enfrentarían las selecciones de Irlanda y Gales en el Aviva Stadium, primer partido para ambos en el mítico trofeo de las 'Seis Naciones'.

Ya desde el jueves empezó a llenarse el hostel en el que estaba alojado, el Globetrotters/The Townhouse, de aficionados galeses, que bajaban en manada a dar cuenta del desayuno irlandés completo con sus camisetas rojas, sus enormes dimensiones y sus voces graves y resonantes. Una óptima forma de iniciar el día con el estómago bien lleno y cargado de calorías para afrontar una jornada fría —y realmente esos días hacía frío— en camiseta por las calles de Dublín, sacando pecho, de pub en pub, de pinta en pinta.

Aviva Stadium

Aledaños del estadio
Así que llegado el día del partido me acerqué al estadio. Siempre me ha gustado el ambiente de los estadios, del populacho del que tantas veces he formado parte en San Mamés, viendo los partidos del Athletic Club Bilbao. Desde fuera se oía mucho vocerío cuando había alguna jugada interesante, lo mismo que en el pub abarrotado de gente donde apuré una Guinness mientras Gales ganaba en el último minuto a Irlanda con una patada a palos. Los galeses que estaban allí empezaron a saltar y a gritar de alegría, y el resto de irlandeses, sumidos en su desazón no respondieron con insultos, como desgraciadamente cabría esperar si en vez de rugby, hubiera sido fútbol. O tal vez si en vez de Gales, hubiese sido Inglaterra, pero eso es otra cosa.

Lo que más me agradó fue el ambiente de fiesta, de fraternidad, de respeto y de pasión con que se vive el rugby. Curioso además que cuando había alguna patada a palos, en el bar todo el mundo quedaba en silencio, esperando el chut, si alguno alzaba la voz, se le mandaba callar. Como una especie de calma antes de la tempestad, como el penalty que lanza el equipo de casa, con el ánimo de la afición encogido, el portero más solo que nunca y el lanzador nervioso por cumplir con su deber.

Pub Gogarty


Ya cuando terminó el partido, siguiendo al río de gente llegamos a Temple Bar, donde los pubs habían sido engalanados para la ocasión con banderas de Irlanda y Gales. Eran casi las 6 de la tarde de un domingo frío y oscuro, y en los bares no cabía un alfiler. Galeses e irlandeses de todas las edades cantaban, bebían y bailaban juntos y revueltos. Aún así, nosotros debíamos desentonar en medio de aquella vorágine exaltada, porque continuamente se acercaba alguien amistosamente a preguntar de dónde éramos, a contarnos lo bien que se llevaban galeses e irlandeses, a ver si habíamos visto el partido o simplemente a cantar alguna canción tradicional irlandesa.

Bienvenidos a Temple Bar

Temple Bar
Supongo que ya será demasiado tarde para conseguir entradas para el próximo Irlanda-Escocia. Sería estupendo verlo en vivo, pero si no, no hay problema; el 'tercer tiempo' sigue en Temple Bar.

jueves, 1 de marzo de 2012

Tour turístico gratuito por Dublín

Hay una empresa (con poner en Google 'tour gratuito Dublín' ya sabréis cuál es) que hace visitas turísticas de 3 horas recorriendo los lugares de interés de la capital irlandesa. También ofrece sus servicios en Londres, Edimburgo, Ámsterdam, Berlín, Múnich, Hamburgo, Praga, París, Madrid y Jerusalén.

Unos amigos de Bilbao han estado estos dos últimos días en casa, vinieron de Londres a conocer Dublín y, aunque yo todavía no lo he hecho, les recomendé hacerlo porque me habían hablado muy bien de él. A las 11 se presentaron en el City Hall, que es desde donde parte cada día. Caminaron por buena parte del centro y escucharon las diferentes historias de los sitios más emblématicos. Regresaron contentos y entusiasmados con la visita.

Me resulta curiosa la que cuenta el porqué de las puertas de colores: una vez, un hombre volvió a casa de tomarse unas cuantas pintas, entró, encontró a su mujer en la cama con otro hombre y los mató. Más tarde se percató de que aquella no era su casa, sino la del vecino. Desde entonces se pintan las puertas de colores, como todas las casas son iguales, ya sabes que la tuya es en 'la de la puerta roja'.

Casas victorianas en Lower Gardiner St.
El precio del tour es la voluntad, los guías solo ganan lo que reciben por la propina una vez finalizado el recorrido. Así que el precio lo pones tú.